28 décembre 2011

De la ausencia tomo 1

Estuviste ausente tanto tiempo que pensé que hasta me había acostumbrado. Es que ya no miraba el calendario ni suspiraba a la almohada ni te imaginaba dándome la mano por la calle.
Siempre creí que fue una decisión adulta, que un día aceptaste irte (o no, pero no chistaste) y yo me senté sin más, a fumarme un cigarrillo y hacer cosas que nunca supiste. Lloré cuando cerré la puerta, como si me hubiera quebrado un dedo contra el marco, pero sin la hinchazón. El dolor venía de adentro, como si me retorcieran el estómago o intentaran arrancarme el corazón, dolía tanto que cada pitada se llevaba un grito ahogado. Por un momento tuve ganas de salir a buscarte, de llamar y pedir que vuelvas y que pasaras y me compraras unos Lucky que ya se estaban acabando, como si nada, como si el tiempo se hubiera parado en las ocho y media y recién estuvieras por llegar a casa del trabajo, después de que apreté el botoncito rojo para hacerlo volver a andar.
Menos mal que no hice nada cuando el instinto intentaba comerme la cabeza, aunque más de una vez te busqué entre las luces. Aprendí a vivir sin vos y aprendiste a vivir sin-migo, rechazaste mis llamados e ignoré los tuyos, fuimos políticamente correctos y nos saludamos en nuestros cumpleaños. Pero el tiempo me engañó cuando me hizo creer que me había olvidado.
Cuando supe de vos esta tarde resultó ser, pude notar, que no me había acostumbrado. Y estuviste presente y más ausente que nunca en esa charla, donde volvía a repetirse la escena, pero esta vez eras vos quien me pedía el tiempo fuera. Imaginaba el cuchillo clavándose en mi garganta y bajando hasta el ombligo, y sin poder decir nada, con sangre hasta en las pestañas, me arrepentía de no poder exigir explicaciones.
Esta vez era yo quien aceptaba irse (o no, pero sin chistar)