19 décembre 2012

Ficciones. Fragmentito.

[...]

- ¿Cuál es su nombre? - preguntó el hombre
- Mariano - respondí, y empecé a llorar.

Seguí con los ojos clavados en el suelo, goteando miedo e impotencia, sintiendo que todas las miradas de la habitación de clavaban en mi. Nadie se acercó a consolarme. Miré por sobre mi hombro buscando a Milo, que siempre llegaba tarde a todos lados, y vi el gesto avergonzado de la recepcionista, tapándose la cara con la mano mientras simulaba leer el diario; vi a la enfermera gorda acercarse con gasas y yodo; vi a un nene retorciéndose de dolor de estómago; vi a un hombre arrodillado, llorando la muerte de su hijo, y a Milo corriendo por el pasillo, intentando alcanzarlo antes de que terminaran de caer los pedazos.

Besé a Mariano por encima de la sábana que le cubría la cara, que empezaba a mancharse de sangre. La enfermera gorda me curó la herida de la ceja. Milo se llevó a su padre del lugar. Mariano murió en el pasillo del hospital.

[...]

17 décembre 2012

Servilletas (entrega especial) "Mujer"

Diciembre 2012

Una de las cosas que más me gustaban de el era que me dijera "mujer" cuando se enojaba. Cuando se enojaba pero no en serio, un enojo fingido, con algo de indignación dibujada, para mostrar altura. Un día dijo "¡No puedo explicarte todo, mujer!" y me sentí un poco mal. En verdad que me sentí mal. Me sentí chiquita. Pero no podía dejar de verlo con admiración. "Mujer". Retumbaba. Mu y jer. No sé cuántas veces lo dijo, supongo que tenía muchos motivos para enojarse de mentira, o simplemente le gustaba repetirse tanto como a mi me gustaba escucharlo.

Tenía tanto amor guardado para el que no me importaba sentirme chiquita.

Quizás todo lo que lloré después fue el amor que se iba por los ojos.

1 décembre 2012

Servilletas (primera entrega)


  • Sin fecha - Revisando ideas me acordé de ese libro que no aparecía por ningún lado y, al final, estaba ahí adelante de mi nariz. Recuerdo que no entendí en seguida por qué tanta importancia, pero cuando le vi la sonrisa de oreja a oreja, sosteniéndolo entre sus manitos, y ese gesto de cerrar los ojos y oler las hojas. Ay, cuando vi esa sonrisa.



  • Sin fecha - No supe nada más hasta unos meses más tarde. Tenía la seguridad de que me lo iba a encontrar por la calle y me iba a decir que cómo andaba la cosa, que si mi viejo esto o su vieja lo otro, y que podría esquivar las conversaciones sonriendo de costado o repitiendo insistentemente alguna mueca, pero un día sonó el teléfono y me vi en el aprieto de tener que contestar. Me sobresalté. Así de alterada andaba.



  • Junio 2010 - La primera vez que nos besamos me causó gracia que su barba me picara. Hice fuerza para no reírme, porque no quería arruinar el momento. Temía que se ofendiera por largarle una carcajada. Llovía. Eso lo hizo más fácil.

  • Noviembre 2011 - Me tocó el hombro con la mano y me sacudió un poco. El sacudón fue adentro también, de los de todos los rincones, y parece que habrá hecho que se me escaparan todas las ilusiones, porque cuando lo miré era otro.