26 septembre 2013

Sin azúcar, por favor

Un viaje en colectivo, uno en tren. Voy repasando las instrucciones en mi cabeza, más que claras: domingo, 3, sin azúcar, por favor. Las imágenes saltan y se mueven como peces que no dejan de moverse. Una caricia al alma, me dice, un beso sin aliento, una mano en el pelo. Domingo. El latido se hace sentir en el pecho y puedo ver cómo la gente empieza a mirarme, seguramente por el dun dun, dun dun molesto que, a esta altura, debe escucharse en todo el tren. Tres. Las instrucciones son claras, un sombrero de plumas, un libro, space invaders, un café, un pantalón de diseñador que no es tal. ¿Dónde está el bache? ¿Dónde está el gris que me atraviesa? En el miedo. No. El bache no está en el miedo, el gris es el miedo. El miedo al miedo, al tiempo, a la mano. A la sonrisa cómplice, la barba vacía y el aspecto desprolijo.
Tres, tres años. Tres años que son poco, tres días que son mucho. Domingo.