Apenas lo nombré abrió los ojazos enormes, como sorprendido.
- ¿Galeano? - me preguntó - ¿Eduardo Galeano?
Le dije que sí, mientras sonreía, asegurándome de mostrar todos los dientes, para que viera que me alegraba su (grata) sorpresa. Vamos a leer a Galeano, vamos a hablar en su código, con sus palabras, vamos a hacerlas nuestras.