27 avril 2011

monólogo (o de las charlas con el papel)

- ¿Sabés qué? La locura más grande fue que me dejó entrar como si nada. Ni siquiera golpeé la puerta, ni las manos, ni toqué un timbre. Era como si estuviera esperándome atrás de la ventana, mirando por entre las tiritas de la persiana americana. Y se reía, se reía todo el tiempo y su risa me hacía reír. Enseguida nos entendimos, tomamos mates amargos, porque a mi me gustan así y me mostró unos discos que tenía. Me contó algunas historias de los dibujitos grabados en la piel y otras cosas sobre historietas, habló mucho. Y mirá que para que YO diga que alguien habla mucho...¡Imaginate! O por ahí no habló tanto, pero yo, no sé, yo no podía dejar de escuchar. Sabía, eh, porque lo sabía, que no tenía que enredarme en esa, pero no. La cabeza dura como hormigón se negó otra vez. Y bueno, no importa demasiado ahora, ya está, ya nos metimos y ahora hay que bancársela. Tengo un poco de miedo, la verdad, y supongo que no soy sólo yo, pero somos adultos y, por ende, hacemos elecciones adultas. No nos conviene ahora, es así, no se puede, o quizás no es el momento. Vos la pasaste, vos me entendés.

Aucun commentaire:

Enregistrer un commentaire