7 avril 2009

Las 2 am, la luz prendida y Dakota sonando repetidas veces en el reproductor, no son un buen indicio.

Hay gente a la que, inevitablemente, relaciono con distintos momentos o situaciones. Como ahora, por ejemplo, que de ser posible abriría la ventana de Miguel, en la búsqueda desesperada de ojos que lean (a falta de oídos que escuchen) todos los planteos francamente idiotas, causantes de esta torpe, innecesaria y patética caída del ánimo; o la de Laureano, pidiendo algún acústico al grito interno de "¡deprimime un poco, por favor!" y, ya que estamos, culturizame.
Creo que ahora mismo no podría confiar en otros ojos u otros "te re entiendo" que no fueran los de M, ni pondría en marcha la ampliación de mis horizontes musicales, si no fuera L quien comandara la misión.
Así como tampoco confiaría en los criterios de nadie más que Ignacio (y los propios, claro) para hacer frente de tal o cual manera a ciertas situaciones, ni aceptaría consejos amorosos por parte de alguien que no fuera Sebastian, ni estaría dispuesta a compartir mis alegrías más grandes, si no fueran Lu y mi negra las que estuvieran ahí para devolverme la sonrisa.

De distintas formas y en distintas medidas, por distintas razones y cosas de la vida, esa gente tiene ese lugar particular en mi cabeza. Le de más o menos importancia (al lugar, no a la persona), cada uno tiene su lugar.

Lamentablemente son pocos los que pueden entender y aceptar eso al 100%

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